Un chalet hasta donde jugar al fútbol: el sueño de un futbolero

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Hay historias que son muy curiosas. Bueno mejor dicho, son historias para que los guionistas de Netflix se hagan una serie de esas que luego son un pelotazo. La verdad es que la vida está llena de curiosidades y la que os voy a contar hoy es una de las más llamativas que recuerdo. Y sí, como me gusta a mi decir, “es verídico”. Si los de Netflix quieren comprar los derechos de esta historia, aquí estoy.

Érase una vez…la historia de Domingo. Para los clásicos del fútbol ya se pueden imaginar por donde van los tiros. Hubo una época en la que los partidos de la Liga se jugaban casi todos los domingos. Era tarde de transistor. Todos los partidos a las 5 de la tarde y solo a las 9 el del Canal Plus. Qué tiempos aquellos para los nostálgicos del fútbol.

Pues bien, cuando te llamas Domingo y naces un domingo, está claro que tu destino parece escrito desde el primer instante. Si además,  su padre, es un apasionado del fútbol, pues estaba claro que su nombre era un presagio de la vida que le esperaba. Desde pequeño, nuestro querido Domingo mostró un talento especial para el balón, y no había tarde en la que no se le viera corriendo detrás de una pelota en las calles de su barrio.

Era bonito ver a todos los niños jugando al fútbol en la calle, eso es algo que ahora mismo ya no se da. Ahora lo que les vemos a todos es jugando al móvil o a la consola. Bueno ya ni jugar porque ahora lo que hacen es ver a otros como juegan en las plataformas como Youtube o Instagram.

Con el tiempo, su amor por el fútbol solo creció, bueno se hizo más grande que nunca. Jugaba en la escuela, en los descampados cercano. La verdad es que se echa mucho de menos estos tiempos. Y, más adelante, en un equipo local de su barrio. Sí, era esa época en la que se jugaban en campos de barro y que cuando el famoso Mikasa te daba en la cara veías las estrellas. No he visto unos balones más duros.

Nunca llegó a ser profesional, pero para él el fútbol era más que un deporte; era una pasión, una forma de vida. “Esto no te da de comer”, le decía siempre su madre. Sus amigos sabían que, si había partido el domingo, Domingo estaba en la cancha, ya fuera jugando o animando desde las gradas.

Una vida llena de gol

Su vida siempre está llena de anécdotas relacionadas con el fútbol. Os cuento, por ejemplo, desde haber conocido a su ídolo en un partido benéfico hasta haber jugado un encuentro en plena tormenta que parecía el fin del mundo. Y sí, puede sonar a chiste, pero no lo es. Tuvo un hijo y el colmo de los colmos, era un pelota.

Ahora bien la historia más curiosa de su vida llegó cuando, contra todo pronóstico, ganó un premio en la lotería de Navidad. Y claro, no podía ser de otra manera, usó el dinero para comprarse un chalet. Pero no cualquier chalet, sino uno con un campo de fútbol propio. Os lo juro. Es cierto.

Pensó que no podía ser posible, pero se puso en contacto con la empresa Verde Ibérica, una empresa de césped artificial que la verdad que cuando les propuso la idea no les extrañó. Todo lo contrario, con gran profesionalidad le presentaron un proyecto precioso que le hizo saltar las lágrimas.

Un campo de fútbol, no de fútbol 11, de fútbol 7, y la verdad que es una gozada porque le recordaba a sus tiempos pasados como futbolista.

Desde entonces, su casa se ha convertido en el punto de reunión de sus amigos de toda la vida. Todos los fines de semana, organiza partidos como en los viejos tiempos, recordando las hazañas de su juventud y demostrando que el amor por el fútbol nunca envejece. Eso sí, ya no hay barro, pero el balón Mikasa sigue estando presente.

Domingo es un tío tremendo, y fiel a su nombre y a su destino, sigue jugando cada domingo, disfrutando de cada pase, de cada gol y, sobre todo, de la compañía de sus amigos en su propio campo de sueños. Y os lo digo de buena mano, quereis saber por qué. Pues porque Domingo soy yo, el que escribe y os juro que todo lo que os he contado es cierto.

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