Los implantes son unos de los tratamientos más utilizados en las clínicas dentales. Se trata de reemplazar los dientes perdidos por prótesis. Estas van sujetas a la estructura ósea de la mandíbula mediante apósitos metálicos. Sin embargo, hay casos en los que no tienen masa ósea en los que encajar. Estas son las causas más frecuentes por las que sucede este fenómeno y cómo se puede resolver.
Para que la prótesis tenga estabilidad y consistencia debe estar sujeta a un implante dental. Un apósito sanitario que termina soldándose de forma natural con la estructura ósea de la boca. El implante es lo suficientemente fuerte como para soportar la presión derivada de la masticación. Si no existiera, la prótesis se movería y terminaría cayendo. El implante es colocado en el interior de la encía por un cirujano.
Para fabricarlo se utilizan materiales biocompatibles como el titanio. Este metal posibilita la osteointegración; es decir, la unión molecular de la pieza de metal con el hueso, de manera que queda integrada en el esqueleto como si formara parte de él.
De forma natural, los dientes están sujetos a la boca por el hueso alveolar. Un fino hueso poroso, con pequeñas perforaciones por las que transcurren las terminaciones nerviosas y los capilares sanguíneos que atraviesan el interior del diente. Como indica la web médica EcuRed, es un hueso relativamente frágil y en constante cambio.
El hueso alveolar forma parte de un conjunto óseo más complejo en que se encuentran los huesos maxilares y la mandíbula. Por diferentes razones se puede producir un desgaste o pérdida de masa ósea. Es más frecuente de lo que se piensa, y aparte de dificultar la colocación del implante, ocasiona serios problemas a la estructura de toda la boca.
Causas.
El hueso de la mandíbula está diseñado para recibir presión durante la mordida. Esta presión es una señal biológica que estimula su regeneración y solidificación. Cuando perdemos un diente y no lo sustituimos con un implante, la mandíbula deja de percibir ese estímulo y tiende a retraerse. El hueso ya no se regenera. Si se deja pasar mucho tiempo, se corre el riesgo de que a la hora de realizar el implante, carezca de masa ósea suficiente para implantarse. Estas son las causas más frecuentes de pérdida de hueso.
Periodontitis.
Es una enfermedad de las encías, que surge como una evolución de la gingivitis. La placa bacteriana se va depositando en la base de las encías y en la junta de los dientes. El ácido segregado por las bacterias ataca el tejido gingival, la parte de las encías que recubre los dientes, produciendo una inflamación. Con frecuencia, se forman unas costras, llamadas sarro, que protegen la placa y hace que actúen con más intensidad.
Con el paso del tiempo, si la gingivitis no se combate, las bacterias van entrando en el interior de la encía y formando bolsas entre esta y la superficie de los dientes. Estas bolsas, llenas de placa bacteriana, atacan la raíz de los dientes y el hueso alveolar en el que están encajados, descomponiéndolo poco a poco. En el momento en el que notamos que un diente se nos mueve, es un indicador de la periodontitis, está atacando la sujeción del mismo.
Como consecuencia, el diente termina cayendo. La placa bacteriana ha atacado el tejido óseo que lo sustentaba.
La periodontitis se puede prevenir y curar con una correcta higiene dental. En casos avanzados, se necesita la intervención del dentista para impedir que evolucione.
Traumatismos.
Son golpes contundentes e inusuales que afectan a la estructura dental. Igual que el golpe puede producir una rotura en el diente, incluso hacer que se caiga, también puede arrastrar consigo una parte del tejido óseo.
Para la práctica de ciertos deportes de contacto se requiere el uso de protectores dentales. Deportes en los que es posible sufrir caídas y golpes en la boca. Es normal verlo en el boxeo, las artes marciales, el rugby, el hockey; y últimamente se recomienda su uso en el futbol, el baloncesto y el balonmano.
Un golpe mal dado puede arrancar una o varias piezas dentales de forma violenta y erosionar los huesos que lo sustentaban.
Medicamentos.
Como indica la revista AARP, varios medicamentos tienen efectos secundarios sobre nuestros dientes y encías. Estos son algunos ejemplos, en los que de una manera y otra se erosiona los huesos alveolares y maxilares.
- Vitaminas masticable versión gummies. Algunas vitaminas y complementos alimenticios se recubren de azúcar y se presentan en versión gominola para hacer más atractivo su consumo y disfrazar el sabor desagradable que pueda tener el compuesto.
Lo encontramos en suplementos multivitamínicos y pastillas de melatonina, para facilitar el sueño. Esta dosis extra de azúcar facilita la aparición de caries, genera más placa bacteriana y puede ocasionar enfermedades periodontales. Hay que tener cuidado con ellas, sobre todo si se consumen con mucha frecuencia.
- Bifosfonatos orales. Son pastillas que se recetan para fortalecer los huesos en casos de osteoporosis. También se utiliza para frenar la propagación del cáncer e impedir que alcance a los huesos. Sin embargo tiene un efecto secundario que se llama “osteonecrosis mandibular”. En el momento en el que se extirpa una muela o cae un diente, y queda una parte de la mandíbula al descubierto, la herida tarda en cicatrizar o no cicatriza nunca. La mandíbula deja de recibir sangre y muere. El hueso muerto se infecta y causa dolor.
En estos casos, antes de programar un trabajo dental, es necesario informar al cirujano que se está consumiendo ese fármaco. Existen medicamentos que reducen sus efectos, y si se coge a tiempo se puede regenerar el tejido óseo afectado.
- Antidepresivos. Algunos medicamentos para la ansiedad, actúan sobre el sistema nervioso central e interrumpen la segregación de saliva. La saliva, además de ser un elemento indispensable para deglutir los alimentos, es un medio de defensa de nuestro organismo. Con una segregación deficiente de saliva prolifera la caries, las enfermedades periodontales, la aparición de úlceras bucales y la infección por hongos.
El individuo tiene la sensación de boca seca. La saliva lubrica la boca y neutraliza el ácido que desprenden las bacterias que actúan en la cavidad bucal. Estos medicamentos suprimen la producción de acetilcolina, un neurotransmisor que estimula la segregación de saliva.
Soluciones.
La solución pasa por la regeneración ósea. Por restaurar la masa ósea perdida, sin la cual no se puede colocar el implante dental, ni asegurar que el resultado sea duradero.
La técnica usada tradicionalmente ha sido el injerto óseo. Una operación quirúrgica en la que se colocaba un hueso trasplantado que podía pertenecer al mismo paciente o a un donante. En el autoinjerto se procedía a recoger células vivas que procedían del mentón, del hueso maxilar o de la parte ascendente de la mandíbula. Si se necesitaba más cantidad se podía recurrir a la tibia. Con este procedimiento se evitaba la transmisión de enfermedades contagiosas y no existía rechazo inmunológico. Sin embargo, el tratamiento podía llegar a prolongarse hasta dos años, antes de colocar el implante dental. En la actualidad, los autoinjertos se han sustituido por materiales sintéticos.
Uno de ellos son las barreras oclusivas. Un dispositivo biomédico fabricado con titanio, hecho a medida del paciente. Según los cirujanos que trabajan en la clínica del Dr Maroto y la Dra. Vellón, ubicada en Aranjuez y Matalascañas (Madrid), se trata de un tratamiento eficaz que reduce considerablemente el tiempo de espera de este tipo de operaciones.
Es un método seguro. Al fabricarse en titanio, un material asimilable por el cuerpo, se produce una regeneración ósea de manera natural. Al igual que sucede con los implantes, la barrera se fusiona con la estructura ósea del paciente mediante osteointegración. Se minimiza el riesgo de infecciones, el problema más grave en este tipo de operaciones.
Su diseño se realiza siguiendo las últimas tecnologías informáticas aplicadas a la medicina dental. Partiendo de una recreación por ordenador en 3D de la boca del paciente, se diseña el dispositivo mediante la tecnología CAD-CAM. Esto permite simular pruebas de colocación sin usar la boca del paciente, y obtener, de esta manera, el diseño adecuado. El resultado se plasma en un documento digital que se envía a la fábrica protésica para producir el dispositivo definitivo. Es una forma de trabajar más rápida, precisa y efectiva, ya que anteriormente estos moldes se obtenían de forma artesanal.
Las barreras oclusivas ofrecen resultados exitosos entre 5 y 7 meses, frente al año o dos años que se suele dilatar el procedimiento tradicional. Con ello, no solo se ahorra tiempo para el paciente y se reducen los plazos de recuperación, sino que existen menos posibilidades de que aparezca una infección.
El problema más grave que puede aparecer a la hora de colocar un implante, y con ello recuperar la operatividad de la dentadura, es la pérdida de masa ósea. Cuanto más tiempo transcurra entre la caída del diente y su reposición artificial, más cantidad de hueso se pierde. Haciendo en algunas ocasiones dificultosas la colocación de una prótesis nueva. Gracias a las nuevas tecnologías se puede regenerar el hueso perdido de una forma rápida y efectiva.